CARLOS MUGICA: SU VIDA


Nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, en el seno de una familia de clase alta. En 1949 comenzó la carrera de derecho, en la Universidad de Buenos Aires, donde cursó sólo dos años. A los 21 años ingresó al seminario y se ordenó como sacerdote en 1959.
Ese mismo año se produce un acontecimiento de particular importancia para los católicos: el papa Juan XXIII convoca al Concilio Vaticano II que se inició en octubre de 1962, con la finalidad de renovar la Iglesia, reducir el autoritarismo interno y acercarla a la gente, principalmente a los más necesitados.
Mugica y muchos otros curas jóvenes recibieron estas novedades con entusiasmo. Luego, el papa Paulo VI continuó la obra de Juan XXIII. Desde Latinoamérica, un grupo de sacerdotes propuso un nuevo compromiso: la Teología de la Liberación, donde aparecen los sacerdotes tercermundistas. Allí militó fuertemente.

En el primer número de la revista Cuestionario, el Padre Mugica cuenta su vida. En la siguiente nota se reproducen algunos fragmentos: 

El asesinato

El 11 de mayo de 1974, el padre Mugica celebró la misa en la iglesia de San Francisco Solano, en el barrio de Villa Luro, y a las 8.15 de la noche se disponía a subir a su humilde Renault 4-L. En ese momento su asesino (en el que algunos testigos creyeron reconocer al comisario Rodolfo Eduardo Almirón, el jefe de la Triple A lopezrreguista), bajó de un auto y le pegó cinco tiros en el abdomen y en el pulmón. El tiro de gracia se lo dio en la espalda.

El sacerdote fue enterrado en el cementerio de Recoleta hasta el 9 de octubre de 1999, cuando se lo trasladó a la capilla Cristo Obrero, de la villa de Retiro, que él había construido.

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Oración: la escribió en 1972 y la llamó “Meditación en la villa”:


“Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ochos años tengan trece;
Señor, perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro; yo me puedo ir, ellos no;
Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas servidas, de la que me puedo ir y ellos no;
Señor, perdóname por encender la luz olvidándome de que ellos no pueden hacerlo;
Señor, yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no: porque nadie hace huelga con su hambre;
Señor perdóname por decirles: ‘No sólo de pan vive el hombre’, y no luchar con todo para que rescaten su pan; Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.
Señor, sueño con morir por ellos; ayúdame a vivir para ellos.
Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame”.